lunes, 27 de mayo de 2013

Capítulo 47


— ¿A qué viene esa cara de susto? – Preguntó Erik, sacándome de mi mundo, mientras caminábamos descalzos y cogidos de la mano a través del césped del jardín de mi casa. Suspiré, no quería mostrar abiertamente lo que daba vueltas en mi cabeza y me mantenía preocupada.
— Tengo miedo – Susurré, sin estar segura de que me hubiera oído. No quería que él se sintiera mal, por eso no lo había dicho antes.
De repente, se soltó de mi mano. Lo miré rápidamente, con mirada confusa. Antes de que pudiera articular otra palabra me levantó en sus brazos, colocando un brazo por debajo de mis piernas. Sonreí y le rodeé el cuello con los brazos.
— ¿De qué tienes miedo, Princesa? Estoy aquí contigo, no pasa nada – Contestó con voz tranquilizadora. Lo miré directamente a los ojos, incapaz de contestar ante el escrutinio de sus preciosos ojos azules. Por mucho que los mire cada día, soy incapaz de acostumbrarme a su brillo, a su color, a ellos en general. Y a Erik, por mucho que pase tiempo con él, soy incapaz de acostumbrarme a su presencia. Es como si mi corazón no formara parte de mi cuerpo cada vez que él me mira o me toca. No logro hacerme a la idea de él estando conmigo, parece un sueño. Es demasiado bueno para ser real – ¿Y Bien? – Añadió, al ver que no parecía dispuesta a contestar a su pregunta. Sacudí la cabeza en un intento de aclarar las ideas.
— Tengo miedo de no ser lo suficientemente buena, de estar siempre comparada con Lerda, de tener que competir con su perfección… De – Respondí rápido antes de arrepentirme y antes de poder seguir, Erik me besó. Claro, cualquiera puede pensar cuando me está besando de esta manera. Enterré mis dedos entre su pelo, dejándome llevar. Si me besa así, puede que mis dudas simplemente se esfumen como el humo. Solo un poco más y ya no habrá ni rastro.
— Ni se te ocurra pensar eso, ni una sola vez más, ni una. ¿Me oyes? – Asentí con una sonrisa inmensa en la cara – No tienes nadie con quien compararte, no quiero más dudas sobre si eres lo suficientemente buena. Porque eres perfecta para mí, mi Princesa patosa y preciosa. Eres más perfecta de lo que podría ser nadie, no porque no tengas defectos, sino porque tus defectos te hacen perfecta para mí. No puedes competir con nadie, porque la verdad es que me haces sentir como nunca nadie me ha hecho sentir antes. Por esa razón, eres perfecta. No sabría decir si quiero estar contigo por lo preciosa, patosa, increíble que eres, o por cómo me miras y me haces verme a mí mismo. Me has hecho cuestionarme mi mundo, en una semana. Me has hecho plantearme las cosas como nunca antes, haciéndome pensar que si no dejaba claros mis sentimientos, te iba a perder. La sensación era imposible de soportar, me faltaba el aire. Tú me permites respirar, cada vez que sonríes, cada vez que me miras y cuando me besas me desplazo a otro mundo. Un mundo al que solo nosotros pertenecemos. Sé que viste a Leila, Quim no te contó que era pelirroja. No sé cuándo la viste, pero yo no quiero verla. Te tengo a ti y no necesito a nadie más, ¿Ha quedado claro? O ¿Lo repito? – Yo no cabía dentro de mí misma cuando hubo acabado su discurso improvisado, no sabía qué decir o qué hacer. Tal perfección debía ser irreal. Estoy soñando, esto no puede ser real.
Me quedé mirándolo con la boca abierta, con una mirada de adoración en los ojos. Este hombre me puede. Me acerqué a él y lo besé, entregando mi corazón entero, dándole un tierno, largo, profundo y perfecto beso. Me correspondió sin un segundo de vacilación, apretándome más contra él. Suspiré entre sus brazos, no quería que me soltara nunca. Nos besamos durante lo que parecieron horas, sin poder separarnos.
Estábamos estirados en el blando césped, con las piernas enredadas, disfrutando simplemente de los besos del otro. Como si no pudiéramos respirar si no compartiéramos boca. Sonreí y le mordí el labio, consiguiendo que separáramos nuestros labios por primera vez en horas.
— Me arden los labios – Anuncié con una risita ahogada. Notaba los labios entumecidos, de la sesión de besos. Los notaba ardiendo e hinchados. Miré los suyos y estaban rojos e hinchados así que supuse que los míos debían estar iguales. Paseé un dedo ligeramente por encima de mi labio inferior, notándolo al rojo vivo. Solté una risita – ¿Descanso? – Pregunté pestañeando exageradamente. Vi como suspiraba y se acercaba un momento para darme otro beso y no me aparté.
— Es verdad, si tenemos una conversación pendiente. Una que te produce celos insaciables y dudas innecesarias. Y eso me encanta, porque no significa nada para mí y aún y así le das mucha importancia. No puedo evitar sentirme satisfecho, porque mi chica tiene celos de mi ex – Dijo con voz tranquila. Le di un golpe en el hombro y antes de rodar por el césped me apretó contra él para que rodara con él. Acabé riéndome, con el pelo enredado en plantas.
Me levanté con un resoplido e intenté desenredar mi pelo, fallando miserablemente. Lo miré haciéndome la enfadada y caminé hasta el borde de la piscina. Mirando mi reflejo en el agua, apenas me reconocí. El agua tranquila me enseñaba a una chica morena con el pelo enredado con diminutas flores blancas y césped, labios hinchados y rosados, y ojos brillantes, llenos de vida. No pude evitar sonreírle a mi reflejo, ¿Esa soy yo? ¿Qué me ha pasado? Ese brillo en los ojos es causado por él, estoy convencida.
Pocos segundos pasé sola delante del agua, porque Erik apareció a mi lado, curioso. Observó con atención mi reflejo y lo vi sonreír a través de su propio reflejo, detrás de mí. Me giré y lo enfrenté. Acarició mi mejilla con la mano y apoyó su frente en la mía.
— Conocí a Leila cuando íbamos a la universidad. Ella estaba estudiando periodismo y yo educación física. Era amiga de un amigo, nos presentó y allí empezó todo – Empezó sin mirarme. Me aparté y me senté en el borde de la piscina, colocando las piernas dentro directamente sin probar el agua primero. Se sentó a mi lado y continuó hablando – Nos gustamos al instante, pero había un problema: Ella estaba saliendo con mi mejor amigo. Yo no quería entrometerme, pero ella insistió. Me negué en rotundo, hasta que no dejara las cosas claras con su novio. Ella me provocaba y al final caí, cuando ella aún estaba saliendo con mi mejor amigo. Éste se enteró y dejó de hablarme, ella me dijo que así podríamos estar juntos tranquilamente. Me costó y me dolió perder a mi amigo de la infancia, pero ella me hacía creer que valía la pena. No valía la pena. Estuvimos juntos 5 años, y le pedí matrimonio el último año de carrera. Me dijo que sí, pero al cabo de dos meses, cuando faltaba una semana para la boda, desapareció – Me miró tranquilamente, como si me estuviera contando una historia ajena. Lo miré sorprendida y me sonrió. Parece que lo ha superado, y me gusta pensar que es, en cierta parte, gracias a mí. Espero. Pero por mucho que lo haya superado, esa relación no se cerró como debería. Se dejó esa duda sin resolver, hay asuntos sin aclarar. Y eso no me gusta nada, desde que la vi. Porque parece que ella está aquí para resolver esas dudas que quemaban en su momento. Pero revivir antiguas heridas, solo puede ser malo.
 — ¿Cómo que desapareció? ¿Dejó al menos una nota? – Pregunté, reacia a entender tal barbaridad. ¿Cómo pudo dejar a semejante personaje? No sé cómo fue capaz, siendo como es él, un amor de persona. Si yo supiera que le he hecho tanto daño a una persona tan buena y cariñosa y amable como él, me retorcería de dolor.
— Sí, simplemente desapareció. Un día volví a casa, y me encontré que todas sus cosas habían desaparecido, la ropa, los utensilios del baño, todo. Decidí que ya había pasado suficiente tiempo en ese apartamento y lo vendí. Eso es todo, no hay más. No he sabido nada más de ella desde entonces – Respondió, mirándome a los ojos. No podía evitar sentir lástima por él y odio hacia ella.
— Si ella apareciera de repente, ¿querrías saber qué pasó? O ¿Lo dejarías pasar? – Le pregunté, mordiéndome el labio inferior, dudando. Colocó una mano en mi muslo y lo acarició lentamente.
— Mentiría si dijera que no quiero saber qué pasó. Pero creo que no va a solucionar nada, al revés, creo que va a complicarlo todo aún más. Y no necesito remover cosas ya superadas. No necesito las respuestas, las quiero, sí, pero no las necesito realmente. Puedo seguir perfectamente sin saber qué fue lo que la impulsó a abandonarme de tal manera, dejándome incapaz de abrirme a nadie. Hasta que llegaste tú y me hiciste cuestionar todo, lo que sentía, lo que quería. Me has cambiado, de eso estoy seguro. Y no puedo hacer otra cosa que agradecértelo – Me miró de manera tan intensa que sentía como si me fuera a derretir en cualquier momento.
— No tienes por qué agradecérmelo, la verdad es que fui muy dura contigo. No entendía el porqué de tantas dudas y pensaba que era por mi culpa. Cuando Quim me contó sobre Lerda, me sentí una persona horrible por decir tales cosas. No tuve en cuenta tus sentimientos, solo pensaba en que no quería que me hicieran daño, no quería que esto fuera un simple rollo de verano. Pero sin querer te presioné cuando a lo mejor no era lo que necesitabas en ese momento – Susurré sonrojándome, mientras miraba hacia el agua, negándome a mirarlo a los ojos.
Noté su mano en mi barbilla, girando mi cara para enfrentarlo. Su sonrisa hizo que mi estómago se removiera como si tuviera vida propia.
— Era justo lo que necesitaba, porque estaba verdaderamente aterrorizado. Necesitaba un golpe de efecto para darme cuenta de qué era lo que me estaba perdiendo. El hecho de ver que tú perdías los estribos y te dejabas llevar por tus instintos en según qué momentos, fue esencial. Eres esencial para mí, en estos momentos – Aclaró, con seguridad en la voz y un tono suave como la miel que provocó escalofríos por todo mi cuerpo – Te necesito a ti, nada más – Añadió antes de besarme tiernamente dejándome sin aliento, mareada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario