sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 4


Con un nudo en el estómago, y una sonrisa gigantesca en la cara, me dirigí a la oficina, para seguir haciendo de secretaria. Al entrar, me sorprendió ver a dos personas dentro, sentadas en la mesa, delante del ordenador. Era una chica, puede que dos o tres años menor que yo, y un chico, que tenía pinta de ser un año mayor que yo, o si no, dos. Saludé, y me senté delante del ordenador, pensando como iba yo a sacarme de la manga una hoja de información para la excursión del miércoles. ¿Cómo hago yo una hoja de información, si ni siquiera sé que vamos a hacer el miércoles?
-Hola, ¿Alguno sabe por casualidad cómo hacer una hoja de información? –Les pregunté, probando mi suerte –Es que, no tengo ni idea de cómo hacerla –Al acabar la frase no pude evitar reírme de la situación en la que estaba metida.
-No, lo siento, ni idea –Me dijo la chica, riéndose también.
-Da igual, soy Elizabeth, por cierto, encantada –Me levanté y le di dos besos a la chica.
-Ana, encantada –Me contestó a la vez que me devolvía los dos besos –Y este es mi hermano Marcos.
-Encantada Marcos –Me giré y le di dos besos a él también.
-Igualmente –Dijo él.
-¿Has comido? –Le pregunté a Ana, me da la impresión que vamos a hacernos amigas muy rápidamente.
-No, ¿Quieres que vayamos juntas? –Me contestó ella, con una sonrisa en la cara.
-Claro, a mi me daba miedo ir a comer sola, por eso no he ido aún –Le dije con una sonrisa, entonces me giré hacia Marcos -¿Vienes?
-Claro, adelantaros, yo espero a Edu –Dijo, refiriéndose a un alumno del mismo colegio donde nos encontrábamos, pero dos años menor que yo, no tenía mucha relación con él, pero era simpático.
-Vale, allí nos vemos, ¿Os sentaréis con nosotras? –Le pregunté, curiosa.
-Sí, reservarnos dos sitios –Dijo, convencido.
Y con eso, nos fuimos Ana y yo hacia el comedor, subimos las escaleras, las mismas donde una hora o dos antes, había estado a centímetros de mi ojo que me derrito. ¿MI? Ya estamos otra vez, bueno, ya que estoy, voy a desahogarme con Ana, seguro que le interesa.
-Oye, ¿te has fijado en los monitores de fútbol? Son guapísimos, sobretodo uno, con unos OJAZOS azules –Le dije con la sonrisa más tonta y grande del universo.
-¡No los he visto aún, a ver, a ver, cuéntame sobre este OJAZOS, que aquí hay más que no me cuentas, seguro! –Sabía que me haría amiga de ella rápidamente. Le conté todo, todo, y entramos las dos riéndonos como dos tontas al comedor.
-¿Cuál es? A ver, a ver… -Dijo ella, ansiosa por ver el que me estaba haciendo volverme loca.
-¡Oh, dios mio! Está aquí, está sentado en la primera mesa a la izquierda, al lado del Jordi, mira, mira, es aquel que mira hacia aquí –Contesté yo, nerviosísima. Este hombre me puede, simplemente, me puede.
-Ala, ¡es guapo! Sí que tiene los ojos bonitos, sí. Eli, no deja de mirarte en ningún momento, ni siquiera se digna a disimular, este tío está colado por ti. Sin duda, igual que tú de él –Me susurró ella, convencida, mientras nos dirigíamos a la barra a coger nuestra comida.
-Eli, guapísima, ¿Por qué no te sacas la cola de caballo que llevas, y le enseñas lo que vales? –Al oír eso, no pude evitar echarme a reír como una loca, no me esperaba que me dijera nada parecido.
-Cuando estemos sentadas, y así también voy a buscar la jarra del agua, y me paseo por delante, ¿Te parece bien? –Le dije, con una mirada brillante, contenta de mi plan improvisado. Con esta chica, me voy a reír mucho, me lo voy a pasar genial. Ante mi respuesta, Ana asintió convencida con mi argumento.
Después de coger las bandejas con nuestra comida, nos dirigimos a nuestra mesa, me senté de manera que tenía en diagonal hacia la derecha al ojo que me derrito.
-Eli, no para de mirar, no para, es impresionante, ahora es cuando te tienes que sacar la cola –Me dijo ella, sin parar de mirarlo, controlando todos y cada uno de sus movimientos.
Lentamente, me estiré y llevé mis manos a la cola, estirando poco a poco conseguí sacarla. Una vez fuera, me masajeé el pelo, ya que al estar tan apretado me dolía. Moví mi pelo para que volviera a su forma normal, sin mirar siquiera un momento hacia él. Me levanté, bajé la cabeza para mover mi pelo, y la volví a subir rápido.
-Ana, voy a buscar la jarra del agua, ¿Vale? –Dije, mientras pasaba por delante de él, esta vez, sí mirándolo, con una sonrisa triunfal, al ver su cara de atónito mirándome fijamente. Entonces, oí su voz.
-Ahora vengo, Jordi –Dijo él, con su voz grave, pero melódica, que enviaba escalofríos por mi cuerpo. Genial, ya tengo la piel de gallina, este hombre será mi perdición.
Me dirigí a coger la jarra del agua, pero estaba vacía, cuando me giré para ir a buscar una botella para llenarla, me lo encontré a menos de medio metro de mí. Me tendió la botella, con una sonrisa triunfal, sabiendo que me había sorprendido.
-¿Te ayudo, Princesa? –Dijo él con una risita. Cuando se ríe así, me da ganas de besarlo. Oh oh, no, nononononono, no empecemos, si no, no podré parar de pensar en ello.
-Claro, Príncipe, que atento, muchas gracias –Le dije, con la misma risita. En ese momento, vi hacia donde su mirada se dirigía, hacia mis labios, igual que la mía se había dirigido a los suyos momentos antes. Esto no pinta bien, no sé si vamos a aguantar mucho así. Uf, ¿Hace calor, o soy yo? No, no soy yo, ¡es él!
Al estar llena la jarra, cogí otra, para que la llenara también. Para ganar tiempo, ya que no quería irme.
-Esta, para ti –Dije mientras él la llenaba, sin separar un segundo los ojos de los míos.
Una vez llenas las dos, le di la suya, y cogí la mía, girándome para dirigirme a mi sitio. En ese momento, noté que colocaba la mano en mi espalda, haciéndome temblar.
-Estás muy sexy con el pelo suelto, ¿Sabes? –susurró él, a mi oído, haciendo mis piernas temblar, y casi tiro la jarra. Se puso a reír -¿Pasa algo, Princesa? –Añadió él, con tono inocente, riéndose al ver la influencia que tenía sobre mí.
-Me pones nerviosa, ¿lo sabías? –Solo decirlo, pensé: ¡Otra vez! Enserio, tengo que aprender a controlar lo que digo cerca de este hombre.
-¿Ah, Sí? ¿Y si hago esto? –Dijo él, a la vez que bajaba la mano, y la colocaba por el borde de mi camisa, haciéndome cosquillas por la espalda. Provocándome temblores de verdad esta vez, me retorcí ante el repentino roce de su mano, y tuvo que coger él la jarra porque se iba al suelo.
El ataque de risa que le dio, no tiene nombre. Al oírlo reír de esa manera, no pude evitar reírme también, esta vez cogiendo de sus manos mi jarra. Haciéndome la enfadada, me moví hacia mi mesa, donde se encontraba Ana, casi en el suelo del ataque de risa repentino. En la mesa también se encontraban Edu y Marcos, mirándonos sin entender nada.
-Lo voy a matar, lo voy a matar –Dije mientras me sentaba, que solo provocó más risas por parte de Ana.
Durante el resto de la comida, nos íbamos enviando miraditas con sentido. Y nos iban dando ataques de risa.
Después de comer, me dirigí hacia la oficina. Al cabo de un rato, oí risas y voces, y vi entrar a todos los monitores de fútbol. Me congelé y me senté recta en el ordenador.
Se sentaron en la mesa donde antes se encontraban Ana y Marcos. Se pusieron a grapar las hojas de información, hechas por mí, y las hojas de autorización, hechas por mí también.
Sin girar la cabeza, seguí con mis cosas en el ordenador, mientras todos los monitores grapaban las hojas. Medina, estaba sentado más cerca de mí. Notaba su mirada en mi espalda de vez en cuando, pero no me giré.
-Ah, se me han acabado las grapas de mi grapadora, ya no puedo grapar más –Oí que Medina decía triunfal. Ante eso, cogí la grapadora que tenía delante, me giré y se la di, con una sonrisa triunfal equivalente a la suya.
-Aquí tienes, ahora no tienes excusa –Le dije, riéndome, sin poder evitarlo.
-Serás cabrona… -Dijo él, cogiendo la grapadora de mis manos con una mirada asesina, que no hizo más que hacerme reír más.
-Si se tiene que hacer, se hace, ¿No? –Dije, girándome hacia los demás monitores, sin poder aguantar la risa aún.
-OOOH, Medina, tienes a una guerrera aquí, con razón la persigues tanto –Dijeron los demás monitores. Yo triunfante, me giré de nuevo hacia el ordenador, sin parar de reír. Oí una silla moverse en mi dirección y lo siguiente que sentí, fue una cálida mano en mi cintura, y un susurro en mi oreja:
-De esta no vas a salir impune, que lo sepas… -Con un escalofrío y una risita nerviosa por mi parte, se alejó y volvió a su sitio, a grapar las hojas de información con mi grapadora. 

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