Cuando llegué a mi habitación después de contarle
todo, con pelos y señales a mi madre, Sí,
se lo cuento todo a mi madre, siempre hemos sido el pilar la una de la otra sin
importar las circunstancias, mi madre es algo esencial para mí, realmente no
sabría que hacer sin ella, me estiré en la cama con un golpe sordo.
Miré al techo con una sonrisa ridícula asomando
entre mis labios aún hinchados, recordando la sensación de sus labios bailando
al unísono con los míos, sus brazos rodeándome, haciéndome prisionera de mis
propios deseos. Sin apenas darme cuenta, caí en un profundo sueño,
completamente imposible de romper. Excepto por el sonido de mi móvil en el
bolsillo derecho del pantalón. No, por
una vez que me duermo rápido. Esto no es justo.
Me apoyé en mi lado izquierdo para coger el móvil
con más comodidad. Me lo acerqué arrastrándolo a través de mí completamente
dormida aún. Entreabrí los ojos molesta, había estado soñando con mi Príncipe
azul y se me había interrumpido sin ningún miramiento.
Cuando la luz de la pantalla me cegó cerré los
ojos con fuerza gruñendo. De forma gradual y calmada los fui abriendo para
acostumbrarme poco a poco a tal claridad y observar la razón de la interrupción
tan repentina. Miré primero la hora: 00:30. Auch,
¿a quién se le ocurre enviarme un mensaje a estas horas?
En el momento en el que me fijé en quién enviaba
el mensaje antes de desbloquear el teléfono, noté la rabia desaparecer de mi
sistema casi instantáneamente. Príncipe Azul. Como no, no sé cómo no lo he visto venir, ahora parece tan obvio. Si es
él, se lo perdono. Se lo perdono todo. Veamos que pone.
No puedo
dormir, no te puedo sacar de mi cabeza. ¿Qué me has hecho?
Me puse a reír. Es demasiado tierno, y tonto. Es empalagoso como él solo, por eso creo
que el apodo de Príncipe Azul le va como anillo al dedo o como chocolate a las
creps, según preferencia. Aunque debería ser incluso rosa, Príncipe Rosa. Me
reí aún más de mi ocurrencia. Cerré los ojos sonriendo, mientras pensaba en qué
responderle. Dejé de pensar y escribí:
Yo
estaba durmiendo, justamente estaba soñando contigo, vives en una jaula llamada
mi mente. La pregunta es: ¿Qué me has hecho TÚ a mí?
No esperaba ninguna respuesta, pero al cabo de dos
minutos casi enteros volvió a sonar.
Me has
hechizado con tus poderes de Princesa, peor como eres tan mala te has hechizado
también. Tienes que tener cuidado con lo que haces. Sigo sin poder conciliar el
sueño, a lo mejor debería probar tu técnica.
Sonreí tanto que me dolían las mejillas de tanto
estirar la piel. Solté una risita.
Así que
yo soy la mala, pues entonces no sé qué eres tú. Mi técnica… ¿Soñar contigo? No
sé qué bueno puede salir de ti soñando contigo mismo ;)
Me reí en el mismo instante en el que envié el
mensaje. Mala dice… Él sí que es malo. Me
pregunto cuando lo volveré a ver, digo antes del campus. Conociéndolo estará en
mi puerta antes siquiera de que me dé tiempo de pestañear. El teléfono sonó
de nuevo, sacándome de mis pensamientos.
¿Malo,
yo? No tienes ni idea… Pues mi técnica será soñar contigo, ¿Te parece bien?
Volví a reírme, miré de nuevo la hora y bostecé.
Eran las 00:50
Me
parece genial mientras me dejes dormir Príncipe Malévolo.
Entonces, volvió a sonar, pero esta vez más continuado.
Como si fuera una llamada. ¿Una llamada?
¿Qué…? Me senté de repente y miré fijamente a la pantalla con los ojos
abiertos de par en par, totalmente acostumbrada a la claridad de ésta. En la
parte superior de la pantalla estaba escrito Príncipe Azul, llamando. Con miedo
a que se colgara debido a mis reflejos lentos. Toqué la pantalla justo en el
rincón en el que ponía contestar.
— ¿Si? – Dije titubeando, estaba cruzando los
dedos para que no se me notara la voz de dormida. Yo siempre contesto así las llamadas, por mucho que sepa quién está en
la otra línea. Siempre, es una costumbre.
—Hola mi Bella Durmiente – Contestó con su voz
sexy y melodiosa al mismo tiempo. Sé que
está sonriendo, se lo noto en la voz. Es tan adorable… Se hace querer. Sonreí
al oír otro apodo para mí. No gano para
apodos… a cada segundo que pasa tengo uno nuevo.
— ¿Qué quieres? Veo que no he sido lo
suficientemente clara en mi mensaje, quiero dormir – Respondí con voz enfadada.
Pero por la risa que la siguió, entendió que no estaba ni una pizca enfadada.
Cuando oí su risa no pude evitar reírme también.
—De acuerdo, Princesita ocupada. Total, vas a
soñar conmigo. ¿No prefieres charlar primero con el Príncipe Azul real, no el
de los sueños? – Preguntó con tono arrogante. Me encanta cuando se pone prepotente, me recuerda a un niño pequeño.
Pero de niño pequeño tiene bien poco.
—En realidad, el Príncipe de los sueños se está
más calladito – Solté una risita cuando él resopló.
—Princesa – Me derritió al instante de llamarme
así. No tengo remedio, él sabe cómo
deshacerme. Y lo utiliza a su favor.
—Dime, Príncipe Pesado – Suspiré y me rendí a su
encantos, como de costumbre.
—Pues la cosa es que mañana tengo un partido muy
temprano en uno de los pueblos de aquí al lado. ¿Te importa si te paso a buscar
sobre las 8:30 de la mañana? – Preguntó con voz dudosa, supongo que se esperaba
un NO rotundo por mi parte. Sonreí.
—De acuerdo, ahora me pongo la alarma. Sabes que
voy donde me quieras, ¿Lo sabes verdad? – Pregunté sonriendo. Oí su suspiro y
me puse a reír, realmente se esperaba que lo rechazara. ¿Cómo podría rechazarlo? No creo que pudiera ni siquiera intentándolo.
—Prefecto, hasta mañana entonces – Dijo, esta vez
con voz más animada. Me alegré de hacerlo feliz. La verdad es que me hacía
ilusión ir a verlo jugar enserio, me hacía sentir importante en su vida.
—Buenas noches Príncipe. Y para que lo sepas, TÚ
eres el Príncipe de mis sueños – Contesté antes de pensarlo. Ui, ha sonado más empalagoso de lo
pretendía. Espero que no piense que es demasiado.
—Tú sí que eres la Princesa de mis sueños,
preciosa – Soltó sonriendo. Sonreí encantada.
Colgué antes de que nos pasáramos una hora
despidiéndonos y me estiré con mi sonrisa de ensueño colocada en la cara como
un tatuaje. Cogí el teléfono y activé la alarma a las 7:30 para que me diera
tiempo de ducharme. Volví a estirarme en la cama y al poco tiempo ya estaba en
la ciudad de los sueños, soñando con el hombre de mis sueños.
En menos de lo que dura un latido, me sonó la
alarma. Parece que no haya dormido nada
de nada, que sueño tengo. Va siendo hora de levantarme.
Me levanté poco a poco de la cama y me dirigí al
baño. Coloqué mi teléfono en el altavoz para escuchar música mientras me
duchaba, sino sí que me dormía en la ducha del propio aburrimiento. Abrí el
agua para que se calentara y mientras me desvestí. Cuando una nube cálida se
adueñó del baño, entré en la ducha y dejé que el chorro de agua me recorriera,
dibujando la forma de mi cuerpo a la perfección. Me relajé mientras el agua
caliente despertaba mis aún dormidos músculos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario