Después de al
menos haber contestado a 20 llamadas, respondido a 10 mails y traspasado unas
30 listas, me terminé el bocadillo.
-Toma, aquí
tienes la lista de las alergias, tienes que entregarla a cocina y a todos y
cada uno de los monitores, para que nadie se quede sin saber los niños que
tienen alguna alergia. Esto es muy importante, así que haz al menos unas 20
copias y repártelas – me dijo el director de deportes entregándome una lista
escrita a bolígrafo, más larga de lo que me esperaba.
-Ahora mismo
me pongo con ello. ¿Algo más? – le respondí con una sonrisa en la cara,
contenta de poder ayudar.
-Sí, la hoja
de autorización para la excursión de este miércoles, es decir, pasado mañana.
Hablando de eso, quiero que hagas también la hoja de información, poniendo que
vamos al camp nou, pasando por el museo, y el campo del español, pasando por
una visita guiada con vídeo ¿de acuerdo? Lo quiero para esta tarde, sé que
puedes. ¡Acuérdate de lo de las alergias! – Me dijo mientras salía por la
puerta con una montaña de folios y carpetas en los brazos.
Sin esperar un
segundo más, me giré hacia el ordenador a pasar la lista de nombres. Una vez
impresas las copias, las recogí sonriente, pensando que tenía que pasar por
todos los monitores, incluyendo al ojo que me derrito, para dársela.
Pasé primero
por la cocina para darle la lista a la cocinera.
-Aquí tienes,
la lista de las alergias, controla mucho, porque hay muchas que son
importantes, toma. Si al pasar por los monitores, hay alguno que no tenga
apuntado, vendré aquí directa y te los añado a tu lista, ¿de acuerdo? – Le dije
mientras le decía adiós con la mano.
-De acuerdo
guapísima, te veo a la hora de comer – Me contestó la cocinera, con una sonrisa
en la cara.
Salí de la
cocina contentísima, preparada para verlo de nuevo. Sí, el momento más esperado del día, ¿que le voy a decir? ¿Hola? Eli
por favor, no seas ridícula, venga.
Bajé las
escaleras tan rápido que si no fuera por el que estaba delante de mí, me
hubiera ido de bruces al suelo. Adiós,
voy a matarme, decidido, debería ir con más cuidado, pobre del que me acaba de
coger, que vergüenza por dios.
-¡Perdón! No
te he visto, iba distraída… - Me callé al ver quién me había cogido, y seguía
con sus manos el rededor de mi cintura. Ni más ni menos que él, el ojo que me
derrito. Me congelé, sin saber qué decir o hacer.
-Tranquila,
suerte que estaba por aquí, porque si no al suelo ibas directa. ¿Te suele pasar
mucho, esto? – Me tranquilizó él, con una sonrisa que debería ser ilegal. Aún
sin sacar sus manos de mi cintura, al contrario, haciendo más presión con ellas
al formular la pregunta.
-Sí,
desgraciadamente sí. Soy muy patosa, no necesito a nada ni a nadie para
tropezarme, yo misma me basto y me sobro. – contesté, sin poder evitar
devolverle la sonrisa con la misma intensidad que la suya, aún más nerviosa por
la cercanía. Y contenta por el hecho que no me había dejado ir, seguía entre
sus brazos. Esos brazos fuertes que provocaban escalofríos por mi columna, esos
brazos que no quería que me soltaran. Me daban una sensación de seguridad
inmensa, sentía como si al estar con él, nada podría nunca pasarme. Se me
escapó una risa nerviosa, ante esos pensamientos.
-Bueno, si es
así, intentaré salvarte siempre que pueda de tus torpezas, pero ten cuidado,
¿vale? – mirándome a los ojos no pudo evitar reírse también, pero en el fondo
de sus ojos, podía ver que estaba preocupado por mí. Oh, que mono es por favor, ¿como puede ser tan guapo, atento, amable,
y… y…? me he quedado embobada. No, Eli, control, respira, que va a pensar que
eres una adolescente tonta, ¡por favor! Habla, di algo, algo, ¡lo que sea!
-¿Serás mi
príncipe azul, entonces? ¿Con su caballo blanco? ¿Mi salvador? – Se me escapó
otra risa nerviosa, esta vez más larga. ¿¿QUÉ??
No, no acabo de decir eso, no es real, estoy soñando, por favor que esté
soñando.
Cuando oí su
risa, melódica y contagiosa, me di cuenta de que no era un sueño, que realmente
lo había dicho. No, nononononononononono,
¿qué acabo de hacer? Tonta, más que tonta, ¿qué va a pensar de mi ahora? ¿Eh?
-Sí, seré tu
príncipe azul, solo si quieres claro –Saltó él, aun riéndose. No me lo puedo creer, ¿acaba de decir lo que
creo que acaba de decir? ¡Contesta! ¡¡¡No te quedes simplemente embobada!!!
-¡Claro que
quiero, tonta sería si no lo quisiera! –Solo decirlo me arrepentí. ¿Porque no puedo controlar lo que hago o digo
a su alrededor? No lo entiendo, simplemente no entiendo el efecto que este
hombre tiene sobre mí. No me gusta no poder ser dueña de mis actos, ni de lo
que digo, supongo que tendré que irme acostumbrando, porque no parece que eso
vaya a cambiar.
Él volvió a
reírse, no tan fuerte como antes, pero aún y así consiguió enviar escalofríos
por todo mi cuerpo con esa maravillosa risa. Sonriendo como una tonta, lo miré
de nuevo a los ojos, sin saber cuándo había conseguido apartarlos de los suyos,
ya que no es tarea fácil. Entonces me di cuenta, yo tenía las manos en su
pecho, fuerte, que subía y bajaba rápidamente con cada respiración, causado por
la risa. Podía notar el latido de su corazón, rápido y monótono. ¿Puede ser que esté tan nervioso como yo lo
estoy? Porque mi corazón iba a una velocidad similar al suyo, rápido como
el de un pajarito. Bueno, vale ya de
tonterías, que tengo cosas que hacer, a ver, ¡¡¡no quiero salir de sus
brazos!!! Pero seguro que él también tiene cosas a hacer. ¡La lista! Mierda,
con la caída, estaba tan concentrada en él, que no me he dado cuenta que se me
habían caído por toda la escalera.
Él al notar mi
mirada por la escalera, también vio las hojas repartidas por toda la escalera.
Sacó las manos de mi cintura, muy a mi pesar. No, no quiero. Snif. Bueno, espero tener otra oportunidad como esta.
Aunque con mi suerte, no creo que pase pronto. Con la decepción mostrándose
en mi cara, me agaché para coger mis papeles. Junto en ese momento él se agachó
también. No sacando sus ojos de mí. ¿Habrá
notado la decepción en mi cara? Espero que no.
-¿Ocurre algo?
–Dijo preocupado, dejando de recoger mis papeles.
-¿Qué? –Dije
yo, aún en mi mundo. Definitivamente, lo
ha notado, ¿Qué le digo yo ahora? Espero que esta vez pueda decir algo mejor
que las metidas de pata de antes, no puedo controlar lo que digo cuando estoy
con él, simplemente NO PUEDO.
-Emmm… nada,
que me gustaba la sensación de tus manos en mi cintura, eso es todo – ¿Qué he dicho? Dios mio, este no es mi día,
decidido. ¿Cómo puedo meter la pata una vez y otra, y otra, sin escusa alguna? Miré
al suelo, avergonzada. Sin saber cómo iba él a reaccionar. Esperando que
saliera corriendo, sinceramente.
Oí de repente
su risa de nuevo, esta vez, tan fuerte como la primera vez. No pude evitar
sentirme bien ante ese sonido tan impresionante. De momento le he hecho reír a
carcajadas unas tres veces en lo que llevo de mañana. ¿Eso es bueno o malo? Sentí que me sonrojaba, y mucho. Volví la cara
y seguí recogiendo papeles. Noté que se me acercaba, y me cogía por la muñeca,
para que me girase y lo mirara a la cara.
-Eres
adorable, ¿lo sabías? – Dijo, pausadamente, mientras se me acercaba, yo me
quedé sin aliento. Me sonrojé más, si eso era siquiera posible. No me moví un
centímetro, mientras veía como él disminuía la distancia que nos separaba, sin
subir al escalón donde estaba yo, justo uno arriba de él. Al ser alto, llegaba
justo en su cara, un poco más arriba, desde donde estaba. ¿Qué está pasando? ¿Porqué mi corazón va a mil por hora? Por favor, que
se pare el tiempo, por favor. Noté una sonrisa grande como el campo de
fútbol, formarse en mi cara, sin poder evitarla. Al ver mi sonrisa, él también
sonrió, aun acercándose a mí. Puso una mano en mi cintura, provocando una risa
nerviosa por parte de los dos. De los nervios y la risa, bajé la vista a mis
pies. Él al ver que bajé la mirada, sacó la mano que aún aprisionaba mi muñeca
y la colocó en mi barbilla, forzándome a mirarlo. Al tocarme, ¿Habrá notado el calor en mi cara? Espero que no. Uf, tenerlo
tan cerca, es demasiado para mis nervios, me voy a deshacer.
-¡Eli! –El
chirrido de una niña pequeña nos sacó de nuestro mundo, haciendo que nos
giráramos al unísono hacia la dirección del sonido, justo para verla correr
hacia mí y abrazarme.
-Mariona,
guapísima, mira, tengo prisa, justamente iba a buscar a los monitores. Tengo
que entregarles unos papeles, ¿te veo en clase de tenis? –Le dije a la niña,
sin sacar mi mirada de la del hombre increíble que tenía a mi lado.
-¡Vale, nos
vemos luego! –Dijo ella, dándome un beso en la mejilla, inocentemente, sin
siquiera darse cuenta que había interrumpido un momento crucial. Cuando estuvo
lo suficientemente lejos, nos echamos a reír como dos niños pequeños pillados
haciendo travesuras.
-Era verdad,
tengo algo que darte, cuando consiga todos los papeles del suelo, claro –Con la
misma cara de decepción en nuestras caras, recogimos los papeles, de vez en
cuando, enviándonos miradas significativas, haciéndome sonrojar, y provocando
una sonrisa en su cara.
Cuando los
hubimos recogido todos, él me sacó de las manos los míos, colocándolos en la
pila que tenía él, sin sacar sus ojos de los míos. Cuando los cogió, puso su
mano en la mía, como si fuera accidental, pero quedándose así un momento, para
hacerme ver que no era accidental. Yo mirándolo, me perdí en la profundidad de
sus ojos azules, los ojos más increíbles que había visto en toda mi vida. Enserio, en mi vida.
-Sí, eso,
dámelos, aunque puedes quedarte uno. Bueno, puedes no, tienes que quedarte uno,
necesitas saber los niños con alergias de tu grupo. Y por favor dime si hay
alguno que no esté apuntado, es importante. –Dije con la máxima calma que pude
simular. Ui, lo que este hombre provoca
en mí, que peligro.
-Claro, toma,
déjame ver –Me entregó la pila de papeles, con una calma exageradamente
simulada, como si se riera de mí. No pude evitar reírme, y darle un golpe en el
brazo. Pero estoy segura que me hice más daño yo que él, porque su brazo era
extraordinariamente duro y fuerte. Él, al verme reír, no pudo evitar dejar ir
una pequeña carcajada, pequeña, pero suficiente para hacer mis piernas temblar.
-No veo a
ninguno que yo conozca, aunque sí hay algunos que deberías apuntarte, ya que no
están aquí. –Dijo, esta vez con calma, y no simulada, pero aún con una sonrisa
en la cara.
-Ups, he
perdido el bolígrafo. ¿I si mejor vamos al campo, donde están todos los
monitores, y ya que estoy les doy las listas a ellos? Así puedo apuntarme todos
los que me faltan de una vez. –Le contesté, bajando las escaleras lentamente,
mirándole.
-Como la
señorita diga –Dijo él, con una reverencia y una sonrisa que quitaba el
aliento. Provocándome la risa tonta que tenía desde que lo había visto por vez
primera esa mañana. Dicho eso, él empezó a ir en la dirección contraria,
subiendo las escaleras.
-¿No me
acompañas? –Le dije sorprendida. No seas
tonta, no puede ir siguiéndote como un perrito todo el día, a ver si lo
entiendes. Si seguro ya se ha aburrido de estar contigo, no seas ilusa. –Si
tienes otras cosas que hacer, lo entiendo, no hace falta que me acompañes, ya
nos veremos por aquí supongo. –Intenté arreglarlo, pero evidentemente,
mostrando en mi cara lo mal que me sentaba que no me acompañara. En ese
momento, mirándome de una manera encantadora, se giró, se colocó a mi lado y
dijo:
-Soy tu
príncipe azul, ¿Recuerdas? No te voy a dejar sola, nunca –Dijo, con
determinación, dando énfasis a la palabra NUNCA. Eso provocó una sonrisa tan
grande en mi cara, que me dolieron las mejillas. De mirarlo tan fijamente, casi
pierdo la concentración y me vuelvo a caer por las escaleras.
-¡Cuidado,
Eli! –Gritó él, mientras daba un paso de gigante hacia delante, rodeando mi
cintura con sus brazos y apretujándome contra él, dejándome sin aliento -¿Ves?
No sé que harías sin mí. –Dijo orgulloso de sus reflejos, excepcionalmente
rápidos, por cierto.
-No sé que es
peor, el remedio o la enfermedad –Susurré yo contra su pecho. Provocando otra
risa maravillosa de él, haciéndome temblar, a causa de las subidas y bajadas de
su pecho.
-Vamos, a ver
si tendré que llevarte de la mano, para que no te caigas –Respondió él con tono
infantil, mientras sacaba sus brazos de mí.
Bajamos las
escaleras, muy juntos, cosa que no era buena, precisamente, para mis nervios.
Cuando
empezamos a subir la rampa que nos llevaba hacia el campo de futbol, donde los
otros monitores estaban, resbalé un poco, pero al instante él puso un brazo
alrededor de mi cintura, apretándome a él protectoramente. Miré hacia arriba,
hacia su sonrisa, que brillaba más que el sol encima de nuestras cabezas. Uf, no sé si voy a poder sobrevivir este día
sin derretirme por éste hombre, sinceramente, no lo sé.
bonito encuentro... eli es un poco torpe y no se calla nada XD.. pero al menos el chico es majo y parece que siente también atracción hacia ella.. bueno..ya veremos que pasa.. :)
ResponderEliminarno se calla nada porque no puede evitar decir exactamente lo que piensa delante de él, tiene ese efecto en ella :D me alegra que te guste, me da una ilusión inmensa! ♥ sigue sigue
Eliminar